A principios de un semestre, un viernes por la noche en la Sociedad de Jóvenes1, en lugar de mi participación habitual en la ejecución del servicio, decidí sentarme en la congregación. Sentarse en las bancas era algo que no había hecho en mucho tiempo, teniendo en cuenta que el semestre anterior estaba en el equipo de Sociedad de Jóvenes dirigiendo el servicio semanal. Esa tarde, me sorprendió cómo el cambio de líder a adorador cambiaría significativamente mi perspectiva. Ya no era yo quien se movía para conmover a la congregación, sino que a medida que el servicio comenzaba y tomaba velocidad en la entrega de su tema y mensaje, yo era conmovida por la conmoción. Tanto que no estaba preparada para lo que estaba a punto de presenciar y tuve que escribir mi experiencia.

Mientras el Espíritu Santo danzaba a mi alrededor, escribí las siguientes palabras en mi diario de oración: “Mientras la música suena, mientras el servicio comienza con los cantos, mientras se expresan los testimonios, todo lo que puedo ver es la mano de Dios extendiéndose, y tocando todos los oídos que pueden oír y todos los ojos que pueden ver. Así como el viento se mueve sin ser visto, Él también lo hace. Pero lo que es innegable es la reacción de las cosas que se mueven. Como las hojas que susurran al viento, acariciadas por su tacto, así es su pueblo. Uno a uno, se pusieron de pie, todos ellos, hasta que este “árbol” se balanceó, danzó, envuelto en el amor de Dios, esa cosa maravillosa invisible pero innegablemente sentida. Se hace realidad en el reconocimiento y se manifiesta en el canto y la oración”.

Aquella noche en la Sociedad de Jóvenes fue la primera vez que presencié y reconocí la oración como algo más que una persona hablando elocuentemente en dirección al cielo. La vi como una conciencia del yo y una conciencia de lo que mueve al yo. En aquel momento, creí que esta toma de conciencia era todo lo que necesitaba para elaborar mi teoría sobre la oración y la práctica. Sin embargo, el tiempo me reveló que la experiencia de la Sociedad de Jóvenes no era más que el principio de mi jornada, porque a medida que pasaba el tiempo y seguía estudiando durante el semestre, empezaron a aflorar a la superficie de mi mente preguntas que ni siquiera sabía que era necesario plantearse. Durante la Sociedad de Jóvenes, afirmé que la oración es simplemente reconocimiento, pero ¿qué significa reconocer? PsychologyDictionary.org define el reconocimiento como “una sensación de familiaridad al encontrarse con personas, acontecimientos u objetos que se han visto anteriormente”.2 También afirma que el reconocimiento se refiere al material aprendido en el pasado. La siguiente pregunta que se me vino a la mente en relación con la oración fue: si, de hecho, se trata de reconocimiento, ¿a quién se está reconociendo?

En su forma más simple, la oración es una conversación entre la persona que ora y la persona a la que se ora. En este caso, sería cualquier individuo y Dios. Así que, naturalmente, se concluiría que, en la oración, el individuo reconoce a Dios y a sí mismo. Para mantener una conversación con alguien, el individuo debe reconocer a la otra persona y reconocer quién es como individuo y quién es para esa otra persona.

John Koethe defiende esta idea en su poema “Teorías de la oración”, donde dice:

La postura es de súplica, pero ¿a quién?
El tiempo se derrama en el presente, mientras una mayor,
Y más vaga presencia amenaza las fronteras de ese país
Cuya geografía yace enteramente en su interior.
Árboles semiocultos, sonidos semiarticulados
Y el murmullo simpático de la mente elevada,
Estos son los síntomas de una interioridad que se hace visible
En gestos deferentes y palabras repetidas.
Ven a buscarme, que comience la expiación
El genio dijo, y por un momento el aire fue
Más dulce con la promesa de otra vida,
Una vida después de la muerte, ansiosa por comenzar.3

Pone de manifiesto el tira y afloja del reino espiritual con el del yo, cómo el movimiento del alma y “el murmullo simpático de la mente elevada”4 son reacciones a uno mismo. Son “los síntomas de una interioridad que se hace visible”.5 Esta fue la siguiente etapa en la definición de mi teoría y práctica de la oración. En este punto de mi jornada de oración, había llegado a la conclusión de que la oración era autoconciencia en congruencia con la conciencia espiritual.

Sin embargo, la siguiente parte del poema de Koethe me dejó con más preguntas:

Sin embargo, las cosas son temporales, y el hermoso diseño
Que parecía esconderse tras un velo fragante
Se disolvió, dejando las casas, las calles,
los árboles, los cañones, incluso las colinas distantes,
tal como eran antes.6

¿Significa esto que el murmullo de Dios es temporal? Después de ser tocado por el Creador, ¿puede uno revertir completamente los efectos de Su poder? ¿Puede borrarse el reconocimiento que un individuo tiene de Él? Antes de esto, creía haber llegado a una conclusión. Después, me di cuenta de que solo estaba a mitad de camino.

Filipenses 4:6 y 7 declara: “Por nada estén afanosos; más bien, presenten sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús”.7 Salmos 138:3 declara: “El día que clamé, me respondiste; mucho valor infundiste a mi alma.” El Salmo 118:5 declara: “Al SEÑOR invoqué desde la angustia, y el SEÑOR me respondió poniéndome en lugar espacioso.” Basándonos en estos tres textos bíblicos, se puede afirmar que la oración expresa a Dios nuestras necesidades espirituales internas. A través de la oración, podemos encontrar todo lo que necesitamos para sobrellevar esta vida que estamos viviendo aquí en la tierra. Pero, para saber qué pedir, en alineación con Dios, tenemos que saber lo que necesitamos. Y para saber lo que necesitamos, tenemos que saber quiénes somos. Esto nos lleva de nuevo a la noción de que el autoconocimiento es necesario para la oración. Entonces, ¿cómo se toma conciencia de uno mismo? Más concretamente, ¿cómo no solo se toma conciencia de uno mismo, sino cómo se vincula la conciencia de uno mismo a la conciencia espiritual? Estas preguntas me llevaron a la tercera y última etapa de mi jornada en busca de una definición de mi teoría sobre la oración.

El mismo semestre tomé una clase llamada Fundamentos de la Educación Cristiana. Para esta clase, estudiamos el libro de La Educación de Elena G. de White. En el primer capítulo del libro, ella explica la fuente y el objetivo de la verdadera educación. Al principio, ella declara:

“La verdadera educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el período de la existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero.”8

Más adelante en el libro, afirma que Colosenses 2:3 pone de manifiesto la fuente de esa educación. Dice que “En él ‘están escondidos todos los tesoros de la sabiduría’”.9 Dios, siendo el Creador que es, sabe todo lo que hay que saber sobre todo. Él es omnisciente. Él hizo todo y se colocó a sí mismo en todas las cosas que hizo. El mundo que Él moldeó para nosotros está lleno de cosas que lo representan a Él y quien Él es como Creador. En la creación, una de las cosas que Él estableció que hiciéramos por la eternidad fue aprender acerca de Él. Desde el principio de los tiempos, nuestro deber ha sido utilizar los recursos que Él creó para nosotros con el fin de obtener una mejor comprensión de quién es Él. Estos recursos se encuentran en la naturaleza, un regalo que muchos de nosotros damos por sentado. Y esto es lamentable, porque a menudo lo que buscamos puede encontrarse en los rayos incandescentes del sol y al soplar la flor de diente de león. A menudo lo que necesitamos puede oírse en el silbido de los pájaros y el suave roce del viento. Lo que necesitamos no es artificial ni está hecho por el ser humano. Por eso Dios no nos dejó inventar la naturaleza. Nos hizo nacer de la naturaleza a la naturaleza. E incluso después de la caída del hombre, Dios implantó la práctica de la educación para promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, de modo que pudiera realizarse el propósito divino. Este propósito divino es la obra de la redención. “Este es el objeto de la educación, el gran objeto de la vida”.10 Además, como formamos parte de su creación, podemos aprender quién es Dios sumergiéndonos en las complejidades del ser. Al aprender sobre Él, Dios nos permite aprender sobre nosotros mismos y cómo nosotros, como creación, nos vinculamos a Él como Creador.

Al descubrir esto, me di cuenta de que necesitaba profundizar en el desarrollo de mi teoría de la oración y la práctica. La oración no es sólo reconocimiento; es reconocimiento a través de la autoconciencia junto con la conciencia espiritual. Y la oración no es solo conciencia; es conciencia a través de la práctica de la educación, un proceso de búsqueda continua de Dios y de aprender más sobre Él con cada encuentro. La educación nos permite reconocer las necesidades de uno mismo y el poder del único que puede satisfacer esas necesidades de la forma más beneficiosa. La educación nos permite comunicarnos con nuestro Creador de la forma más eficaz e íntima posible. Todos somos diferentes; por lo tanto, todos tenemos maneras de comunicarnos en formas diferentes. Es un hermoso ciclo sin fin. Esta constatación fue el tercer punto de conciencia en mi búsqueda de la definición de mi teoría de la oración y la práctica, y dudo mucho que sea el último.

Malya Prather

Malya Prather, BA, es asociada de ventas en Alorica, una empresa de soluciones digitales donde trabaja como artista digital y escritora creativa. Malya tiene una Licenciatura en Inglés de la Universidad de Oakwood (Huntsville, Alabama, EE. UU.). Este artículo se desarrolló a partir de un trabajo requerido para un curso sobre teorías y críticas literarias.

Citación recomendada:

Malya Prather, “La jornada de un estudiante con el Proyecto de oración”, Revista de Educación Adventista 85:2 (2023).

Notas y Referencias

  1. La Sociedad de Jóvenes son reuniones de los jóvenes de la iglesia que se llevan a cabo los viernes de noche y en algunas partes del mundo los sábados en la tarde.
  2. N. Sam, “What Is RECOGNITION? Definition of RECOGNITION,” PsychologyDictionary.org (April 28, 2013): https://psychologydictionary.org/recognition/.
  3. John Koethe, “Theories of Prayer,” The Paris Review 154 (Spring 2000): https://www.theparisreview.org/poetry/816/theories-of-prayer-john-koethe. First published in The Paris Review. Utilizado con permiso del autor.
  4. Ibid.
  5. Ibid.
  6. Ibid.
  7. A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas en este artículo son tomadas de la versión de la Biblia Reina Valera Actualizada (RVA-2015). Versión Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 por Editorial Mundo Hispano.
  8. Elena G. de White, La Educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1998): 13.
  9. Ibid.
  10. Ibid., 15.