Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:24-25, RVR1960).1


La historia de Moisés es bien conocida por los estudiosos de la Biblia. Se le considera uno de los mayores líderes del antiguo Israel. A pesar de sus muchas excusas dirigió a una multitud a través de la abrumadora travesía en una tierra desértica. A la vez, se le califica de “muy manso, más que todos los hombres sobre la tierra” (Números 12:3). Esta combinación de fuerza y mansedumbre es rara entre dirigentes.

En el libro Patriarcas y Profetas, Elena G. White describe el encuentro transformador que tiene Moisés con Dios en el desierto al serle encomendada una misión especial. Ella escribió lo siguiente, “Sorprendido y asustado por este mandato, Moisés retrocedió y dijo: ‘¿Quién soy yo, para que vaya al faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?’ La respuesta fué: ‘Yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte’”.2

Sin embargo, esta garantía no fue suficiente. Cuando Moisés contempló la tarea y el reto de dirigir a un numeroso grupo de personas que experimentaba tantas dificultades y poco o ningún conocimiento de Dios, se sintió abrumado por la magnitud de la misión que tenía ante sí. “Dijo Moisés a Dios: He aquí que voy a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.”3

Aún así, esto no fue suficiente. Elena G. White escribió: “Acongojado y temeroso, alegó como excusa su falta de elocuencia. Dijo: ‘¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que hablas con tu siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de lengua’. Había estado tanto tiempo alejado de los egipcios que ya no tenía un conocimiento claro de su idioma ni lo usaba con soltura como cuando estaba entre ellos”.4

Ella continúa diciendo que cuando las personas aceptan las responsabilidades que Dios les confía y buscan de todo corazón capacitarse para realizar la tarea, pueden estar seguros de que Dios les concederá “poder y eficiencia”.5 Independientemente de la capacidad o de lo aparentemente modesto que sea el cargo, si la persona confía en el poder divino y trabaja concienzuda y fielmente, puede lograr mucho para Dios. “Si Moisés hubiera dependido de su propia fuerza y sabiduría, y se hubiera mostrado deseoso de aceptar la gran misión, habría revelado su entera ineptitud para tal obra”.6 La obra de Dios es más grande que lo que un individuo puede realizar con sus propias fuerzas. Al reconocer su debilidad y la necesidad de la intervención divina, se abre el camino para que Dios demuestre su magnífico poder.7

Moisés llegó a ser un gigante de la fe y realizó milagros ante el faraón, en el Mar Rojo y en el desierto entre los hijos de Israel. Se le atribuye haber escrito los cinco primeros libros de la Biblia, así como también el Libro de Job.8 Dios lo consideró un amigo (Éxodo 33:11, Números 12:8, Deuteronomio 34:11), un representante (Éxodo 1:1), y le dio los Diez Mandamientos y varias leyes ceremoniales en cuanto a relaciones, orden, prosperidad e higiene.

Comienzos humildes y precarios

La vida de Moisés no comenzó de forma glamurosa. Nació de unos esclavos hebreos, Amram y Jocabed, en la época en que el Faraón había ordenado matar a todos los bebés varones del pueblo hebreo. Los padres de Moisés trataron de esconderlo en su casa, pero después de tres meses, a medida que crecía, hizo lo que hacen los bebés: balbucear, llorar, gorjear y gritar. Era peligroso seguir escondiéndolo allí. Movida por el amor y el deseo de proteger a su hijo y salvarle la vida, Jocabed decidió hacer una cesta para Moisés y arriesgarse a esconderlo entre los juncos del río Nilo.

Miriam, la hermana de Moisés, “se puso a lo lejos, para ver lo que le acontecería” (Éxodo 2:4). No sabemos cuánto tiempo permaneció Moisés entre los juncos, ni la Biblia da detalles sobre cómo su madre lo alimentó o se ocupó de sus otras necesidades. Sin embargo, sabemos que Alguien lo amaba, cuidaba y velaba por él.

Un descubrimiento insólito

Hoy en día, al visitar El Cairo, en Egipto se ven muchos cruceros y barcos turísticos en el río Nilo. La vida a lo largo del río bulle de actividad: de día y de noche, transporte y entretenimiento, natación y descanso. Al igual que ahora, el Nilo no solo era una fuente de sustento para Egipto en la época de Moisés, sino también un lugar de reunión para las necesidades de la vida: baño, recreación y transporte. Mientras Moisés estaba escondido entre juncos, la princesa (la hija del Faraón), junto con sus sirvientas, se acercaron al río y rápidamente notaron algo. Al ver más de cerca, descubrieron la cesta que albergaba al bebé. Llena de compasión por él, supo que ese bebé debía pertenecer a una familia hebrea y que había sido escondido para no morir a raíz de la orden de su padre (Éxodo 2:6). Además, sabía que si lo tomaba como hijo adoptivo su padre también se apiadaría de él. Así que se preparó para acogerlo.

Una sugerencia

En ese momento, en medio de la conmoción, Miriam, la diligente hermana de Moisés, se acercó a la princesa y le presentó una sugerencia brillante y bien pensada que cambió su vida. ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño?” (Éxodo 2:7).

Esta sugerencia, aparentemente sencilla, dio lugar a una serie de acontecimientos que comenzaron con la entrega del bebé a su madre biológica para cuidarlo hasta ser “mayor” (unos 12 años).9 Jocabed hizo lo necesario como madre hebrea: enseñarle a Moisés a no olvidar nunca a Dios ni a sus antepasados. Imagino que le narró la historia de Abraham, Isaac, Jacob, y cómo los hijos de Israel llegaron a vivir a Egipto.

Elena G. White escribió sobre la madre de Moisés: “¡Cuán grande fueron los resultados de la influencia de aquella mujer hebrea, a pesar de ser una esclava desterrada!”10 También es importante destacar que su gran influencia fue transmitida a Miriam, la responsable de dar una sugerencia que desencadenó una serie de eventos conducentes a la formación del gran líder Moisés. Miriam preguntó, “¿Iré a llamarte…?” La confianza y la fe denotaba afirmar, “Iré…” (I will go).11 Era tan convincente en su naturaleza y estaba tan llena de confianza que la princesa tuvo que aceptar. Miriam no se sintió intimidada por el estatus de la princesa; no se rindió, ni se desesperó, no corrió a casa para informar a su madre que Moisés había sido tomado por una figura de alto rango y que ella no pudo hacer nada. Por el contrario, debió ser impulsada por el Espíritu de Dios para pensar de una manera diferente.

También debió confiar en el cuidado y la enseñanza de su madre. La sugerencia de Miriam influyó en el futuro de Moisés y, de hecho, en el de toda la nación israelita (Éxodo 7:7). Moisés cumplió una gran misión como líder del éxodo de Israel y esto atestigua la importancia de la labor de una madre temerosa de Dios que influyó no solo en Moisés12 sino también en Miriam.

Esto ejemplo se contrasta con el de Herodías en el Nuevo Testamento, cuyo odio hacia Juan el Bautista fue provocado por sus decisiones erróneas. Ella aconsejó a su hija Salomé que pidiera la cabeza de Juan el Bautista (Marcos 6:17-25). ¡Qué diferencia puede hacer una sugerencia! Una condujo a la formación de un gigante en la fe, y salvó a toda una nación, mientras que otra, mal aconsejada e influenciada por una madre llena de odio, condujo al asesinato de Juan el Bautista, un fiel siervo de Dios.

Cosas extraordinarias pueden surgir de pequeñas sugerencias. La vida y el legado de Moisés surgieron de una sugerencia. Moisés y sus hermanos, Miriam y Aarón, fueron influenciados por padres piadosos cuya guía y sugerencias a lo largo del tiempo los convirtieron en individuos dispuestos a confiar en Dios y a caminar por fe sin importar la dificultad o el peligro. Los maestros, los administradores, los padres y todos los que forman parte de la vida de un niño tienen el poder de impartir sugerencias y de hacerlo sabiamente. Las palabras de adultos temerosos de Dios, dirigidas a los más tiernos corazones, pueden marcar una diferencia en sus vidas e incluso en naciones enteras. Del mismo modo que las palabras inspiran su confianza en Dios, pueden sentirse confiados para decir como Miriam, “¡Iré!”13

Hudson E. Kibuuka

Hudson Kibuuka, EdD, es Director asociado en departamento de educación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Silver Spring, Maryland, EE. UU. Se desempeña como enlace para la educación superior y como consejero de las siguientes Divisiones de la iglesia: del Pacífico Sur, Sudafricana y del Océano Índico, Sudasiática del Pacífico y Africana Centro-Occidental. También es editor de la revista Diálogo Universitario.

Citación recomendada:

Hudson E. Kibuuka, “Una pequeña sugerencia y la formación de un gigante,” Revista de Educación Adventista 82:4 (2020).

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos son tomados de la versión Reina-Valera 1960 © (RVR1960).
  2. Elena G. White, Patriarcas y Profetas (Doral, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2008), 228.
  3. Éxodo 3:13-14.
  4. Elena G. White, Patriarcas y Profetas, 229.
  5. Ibid., 230.
  6. Ibid.
  7. Ibid.
  8. La mayoría de los biblistas atribuyen a Moisés la autoría de los cinco primeros libros de la Biblia, también conocidos como el Pentateuco, y el libro de Job. Para mayor información véase “Did Moses Write the First Five Books of the Old Testament?” [¿Escribió Moisés los cinco primeros libros del Antiguo Testamento?] KJV Today (n.d.): http://www.kjvtoday.com/home/did-moses-write-the-first-five-books-of-the-old-testament; y “Who Wrote the Book of Job” [Quién escribió el libro de Job] (n.d.): https://www.thomasnelsonbibles.com/who-wrote-the-book-of-job/. Véase también “Adventist Scholars Organize Key Conference on Origins of Bible’s First Five Books” [Académicos adventistas organizan una conferencia sobre el origen de los cinco primeros libros de la Biblia] (abril de 2016): https://www.adventistreview.org/church-news/story3888-adventist-scholars-organize-key-conference-on-origins-of-bibles-first-5-books.  
  9. White, Patriarcas y Profetas, 222.
  10. Ibid.
  11. Reach the World: I Will Go es el plan estratégico mundial 2020-2025 de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Se basa en la gran comisión de Mateo 28, que invita a todos los seguidores de Cristo a compartir de manera activa las buenas nuevas. Para más información, véase el sitio web: https://iwillgo2020.org/.
  12. Elena G. de White, Educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1998), 61.
  13. Reach the World: I Will Go.