Tron Wilder • Steven Baughman

Abordando las conductas adictivas en los adolescentes:

Creando una cultura escolar de prevención

Es la llamada telefónica que ningún administrador educativo quiere hacer, pero que, lamentablemente, se están volviendo cada vez más frecuente. Esas llamadas combinan dosis iguales de preocupación por el bienestar del estudiante y frustración por no saber cuál es la mejor manera de hacer frente a una situación difícil:

Señor Pérez, este es el rector García.1 Llamo para citarlo a una reunión en relación con Simón y su futuro en esta institución. Cuando nos vimos al comienzo del semestre, estábamos preocupados por la frecuencia con que Simón se dedicaba a juegos por Internet, y a dos violaciones de reglamentos por el uso inapropiado de los sitios web penalizados por la institución. Compartimos informes del preceptor de la residencia estudiantil y los docentes. El preceptor informó que Simón a menudo juega en Internet toda la noche. Sus docentes informaron que a menudo no llega a la clase de las 8:30 y que, cuando llega a las demás clases, se la pasa durmiendo.

En esa primera reunión de septiembre, con la ayuda del consejero escolar, preparamos un plan de conducta para Simón que incluía quitar la consola de juegos de su habitación, limitar su uso de Internet, y la aceptación de asistir a tiempo a las clases. En la segunda reunión en noviembre, le notificamos a usted que habíamos hallado una consola en la habitación de Simón, y que seguía jugando hasta altas horas de la noche, además de seguir faltando a clases.

Agregamos reuniones semanales con el consejero escolar al plan de conducta. Simón ha faltado a esas reuniones semanales, no se ha estado bañando ni ha salido de su habitación y, por tercera vez, ha violado el acuerdo establecido por la institución. Nos preocupa que su conducta sea la indicadora de un problema más profundo. Simón se muestra combativo y resistente y, desafortunadamente, no contamos con los recursos profesionales adecuados para ayudarlo. Creemos que es tiempo de que busque la ayuda de un profesional de la salud mental.

Del otro lado de la línea, se puede palpar la preocupación. La respuesta parental puede consistir desde una frustración exasperada hasta no saber qué más hacer si el hijo o la hija no puede asistir al colegio adventista local, un resignado “Gracias por todo lo que han hecho; comprendemos la decisión de la institución”, o hasta la completa hostilidad y el argumento combativo, de cómo el colegio le ha “fallado” al adolescente en cuestión. Más allá de la respuesta, el administrador a menudo queda sintiendo que se podría haber hecho más, pero frustrado porque no sabe qué más. ¿Cuál es, entonces, el mejor curso de acción para los educadores cuando un estudiante lucha con una adicción conductual?

Aunque no siempre terminan en adicciones, las conductas tales como comer en exceso, usar de manera excesiva la tecnología, o mirar pornografía son problemas crecientes que los administradores educativos necesitan estar listos para enfrentar. Y si bien la adicción conductual es un concepto nuevo y emergente, comprender lo que es, y la manera que tienen las instituciones educativas adventistas, a pesar de sus limitados recursos, de crear una cultura preventiva, puede ayudar a que los educadores estén preparados para cumplir mejor con sus objetivos integrales de un desarrollo mental, físico y espiritual equilibrado en sus estudiantes.

La adicción conductual en los adolescentes

Antes de determinar cómo enfrentar las adicciones conductuales, es importante entender qué tipo de acciones se encuadran en esta categoría. Aunque las adicciones han sido comprendidas tradicionalmente como dependencia de sustancias, tales como las drogas o el alcohol, los expertos están hallando vez tras vez que cuando se practican en forma compulsiva, las actividades mencionadas más arriba, junto con otras conductas tales como comprar, trabajar o aun hacer ejercicio, pueden llegar a ser una adicción “no química” o “conductual”.2 “La adicción conductual” es definida como “el uso de acciones repetitivas, iniciadas por un impulso que no puede ser detenido, lo que hace que un individuo escape, se sienta entumecido, calmado, alivie la tensión, disminuya la ansiedad o se sienta eufórico”.3 Aunque la adicción conductual fue propuesta como una nueva categoría en la reciente revisión del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-5),4 en el presente no existe un modelo diagnóstico que incluya los criterios necesarios para identificar conductas como adicciones en un marco clínico. A pesar de ello, las adicciones conductuales están siendo cada vez más reconocidas como formas tratables de adicción.5

Muchas conductas a las cuales pueden volverse adictas las personas son actividades diarias fundamentales tales como comer, recrearse y usar la tecnología. Sin embargo, así como ha sucedido con muchas de las buenas creaciones de Dios, Satanás ha corrompido las actividades útiles, transformándolas en actividades con consecuencias sociales, mentales y físicas potencialmente perjudiciales. Particularmente son motivo de preocupación los estudiantes de secundaria y terciaria, quienes son especialmente vulnerables a las conductas adictivas.6 Entre los adolescentes, las conductas adictivas más comunes y problemáticas incluyen la comida, las apuestas, el ejercicio, el sexo/la pornografía, los gastos excesivos, Internet, y los juegos de video o en la computadora.7

Los estudiantes que están luchando con adicciones conductuales también pueden tener problemas con cuestiones subyacentes tales como la depresión, la soledad, la discapacidad social, la agresión, o la fácil distracción, que puede hacer que recurran a conductas adictivas como una manera de contrarrestar esas situaciones.8 En efecto, más a menudo de lo que uno imagina, los individuos diagnosticados con adicciones conductuales también han sido diagnosticados con otro trastorno concomitante.9 Desafortunadamente, la incidencia de problemas de salud mental como estos en adolescentes, no da muestras de disminuir en el futuro cercano, dado que la creciente presión para tener éxito académico y el temor debilitante al fracaso siguen acosando a los estudiantes en cifras cada vez mayores.10

Como lo pueden aducir muchos docentes y administradores, estas adicciones conductuales, están afectando, con rapidez alarmante, a los estudiantes de las instituciones educativas adventistas. Un grupo de investigadores que analizó a los estudiantes de 13 a 19 años que asisten a instituciones adventistas con externado, con internado, y de sostén propio en la División Norteamericana concluyó que más del 25 por ciento de los estudiantes que encuestaron reportaron luchar con cuestiones tales como la falta de ejercicio físico; hábitos de sueño inapropiados; timidez; sentimientos de soledad, depresión o tristeza; y malos hábitos de alimentación, entre una variedad de otros asuntos que podrían conducir a enfrentar débilmente sus habilidades y aumentar la probabilidad de desarrollo adicciones conductuales.11

Enfoques exitosos para las instituciones educativas adventistas

Muchas instituciones educativas, entre ellas las instituciones adventistas, no están preparadas para hacer frente al creciente problema de las adicciones conductuales, debido a la falta de personal capacitado, y a la falta de comprensión sobre cómo responder a las conductas adictivas.12 Debido a esta falta de recursos y capacitación, es probable que una respuesta típica en muchas instituciones educativas adventistas incluya a un grupo de empleados bien intencionados pero sin la capacitación adecuada que se reunirá a enfrentar la adicción conductual como si pudiera ser solucionada mediante una breve suspensión de clases y la promesa del estudiante de nunca más participar de una conducta determinada. Este enfoque disciplinario a menudo es reactivo y está arraigado en el método tradicional y punitivo de tratar con las malas conductas tales como beber o fumar en el campus.

Aunque las conductas adictivas son ciertamente perjudiciales, las conductas tales como el uso de Internet o el exceso de ejercicio no se enfrentan de manera efectiva mediante mensajes de abstinencia basados en el temor. En efecto, si bien pocas investigaciones han analizado los enfoques punitivos de las adicciones de manera específica, las investigaciones indican que estos enfoques no han enfrentado de manera efectiva el uso de sustancias adictivas en las instituciones educativas.13 Por el contrario, los estudiantes necesitan comprender las conductas adictivas, y aprender con enfoques sólidos, basados en las investigaciones, que incrementan la creación de conciencia, el apoyo y la educación para hacer frente a estos tipos de adicciones.14 Al mismo tiempo, los educadores tienen que buscar la manera de enfrentar las causas subyacentes de las adicciones, en lugar de enfocarse tan solo en las conductas.

Prevenir antes que castigar

¿Qué deberían hacer entonces los educadores adventistas para ayudar a los estudiantes que están luchando con las adicciones conductuales? En primer lugar, es esencial recordar el propósito fundamental por el cual las instituciones educativas adventistas fueron creadas. Los educadores están llamados a preparar a sus estudiantes para ser “pensadores, y no meros reflectores”,15 recordando los peligros de que los estudiantes se asemejen “al mundo más que a la imagen de Cristo”.16 El equilibrio entre estas dos posibilidades puede representar un gran desafío y en ocasiones resultar frustrante, pero ambas son fundamentales para ayudar a que los estudiantes desarrollen caracteres sólidos. Con esta perspectiva fundamental en mente, los educadores adventistas pueden preparar e implementar programas que ayuden y animen de manera proactiva a los estudiantes mientras desarrollan el carácter, en lugar de esperar que los estudiantes ya posean la madurez y determinación de tomar decisiones correctas con respecto a conductas que podrían llevarlos a la adicción.

Los resultados de la investigación del Estudio Longitudinal Nacional sobre Salud Adolescente 200217 indicaron que una manera de prevenir que los estudiantes participen de conductas perjudiciales es garantizar que se sientan conectados a la institución. Ser proactivos y responder en forma apropiada cuando los estudiantes comienzan a mostrar señales de adicción conductual18 son factores claves para ayudarlos a sentirse conectados con la misión de una institución.

Las instituciones educativas deberían implementar reglamentos de apoyo, tales como ofrecer más consejería y recursos educacionales, intervenciones escolares y extraescolares para reducir la ansiedad y el estrés, y tutoría de conductas positivas.19 Asimismo, la creación de un clima escolar cálido y acogedor permite que los estudiantes sientan el apoyo sincero de los miembros del personal e incrementa su disposición de hablar con los adultos sin temor del castigo.20 Por más información sobre estrategias y acciones que los administradores pueden asumir para incrementar la conexión institucional, visite http://www.cdc.gov/healthyyouth/protective/pdf/connectedness_administrators.pdf. 21

Capacitación y apoyo apropiado

Un programa de calidad diseñado para ser usado en un ámbito escolar tiene que incluir la capacitación adecuada del personal y el apoyo que permita identificar e interactuar con los estudiantes que muestran señales obvias de conductas adictivas.22 Dado que la mayoría de las escuelas adventistas primarias y secundarias no tienen el presupuesto para contratar consejeros escolares de tiempo completo,23 la responsabilidad de cuidar de las necesidades emocionales y de salud mental de los estudiantes a menudo recae sobre el personal docente y administrativo. Esto representa un desafío para docentes que tienen poca capacitación con respecto a cómo tratar de manera efectiva con las necesidades de salud mental de los estudiantes, y que a la vez se encuentran abrumados por las demandas de trabajar en instituciones con personal insuficiente. El autor de un artículo previo en la Revista de Educación Adventista que habló de hacer de la salud mental una prioridad en las escuelas adventistas24 propuso varios pasos que pueden tomar en consideración los administradores de las instituciones para mejorar los servicios de salud mental que se ofrecen en nuestras escuelas. Varias de esas sugerencias pueden ser modificadas para hacer frente a las adicciones conductuales, en especial en las escuelas con limitada capacitación y/o recursos.

  1. Brindar talleres a cargo de profesionales capacitados para ayudar a que los docentes reconozcan las señales de alerta y ayuden a los estudiantes que sufren riesgo de adicciones conductuales. (Un recurso útil se encuentra en http://www.mentalhealthfirstaid.org/.)
  2. Considerar emplear un consejero escolar o contratar a un profesional de salud mental que pueda brindar educación y apoyo continuo al personal de la escuela sobre cómo tratar con las conductas adictivas. (Se podría coordinar con un “consejero itinerante” a nivel de asociación, para ayudar a compensar los costos para las escuelas).
  3. Investigar los recursos comunitarios a los cuales se pueden referir los estudiantes que luchan con las adicciones conductuales.25 (Note que el tratamiento efectivo de las adicciones conductuales a menudo incluye enfoques similares a los empleados para el abuso de sustancias, tales como los programas de doce pasos, las mejoras motivacionales, los tratamientos psicosociales, la terapia cognitiva conductual, y la medicación).
  4. Crear un sistema de apoyo que abarque a toda la institución. (Por recursos e información, véase http://www.pbis.org/school/swpbis-for-beginners).
  5. Asegurarse de que el manual del estudiante incluya las adicciones conductuales y medidas apropiadas para responder a ellas. Esto muestra que la institución está comprometida con el desarrollo integral de cada estudiante.

Programas de apoyo de compañeros

Aunque la mayoría de los educadores que trabaja con adolescentes y jóvenes se da cuenta de que el grupo de compañeros es un importante factor en la conducta adolescente, a menudo perciben su influencia como negativa. La presión de grupo ha sido vista ampliamente como el punto de partida de toda clase de problemas adolescentes tales como la adicción, la experimentación sexual y aun el suicidio.26 Por lo tanto, el personal de la escuela suele responder mediante el intento de ejercer más control sobre las relaciones de grupo.27 De esa manera, los educadores no llegan a reconocer el potencial del apoyo de compañeros para empoderar y alentar a los jóvenes que luchan con muchos tipos de problemas. Los programas de apoyo de compañeros pueden ser un método increíblemente efectivo de utilizar de manera positiva la influencia del grupo.28

En lugar de aislar y excluir a los estudiantes que están luchando, y acaso incrementar la probabilidad de conductas adictivas, los programas de apoyos de grupo incorporan la ayuda de líderes estudiantiles para desarrollar maneras de conectar a los estudiantes con la cultura institucional. De implementarse de manera apropiada, los programas de apoyo de grupo han mostrado ser efectivos para mejorar el clima institucional y las relaciones de compañeros, disminuyendo los incidentes de conductas violentas, reduciendo los índices de suspensiones, y empoderando a los estudiantes para que actúen con responsabilidad.29 Al adaptar el modelo de apoyo de grupo para satisfacer las necesidades específicas de los estudiantes, estos programas en realidad pueden ayudar a prevenir las conductas adictivas para que no se vuelvan más serias.30 Por una guía detallada de recursos para implementar un programa de apoyo de pares, veáse http://www.partnersagainsthate.org/publications/Peer_Leadership_Guide.pdf.31

Apoyo familiar

El personal de la institución tiene que involucrar a los miembros de la familia al comienzo del proceso de resolución cuando los adolescentes están luchando con las conductas adictivas. Dado que los estudiantes que enfrentan adicciones acaso no reconozcan que necesitan ayuda, las derivaciones de tratamientos a menudo provienen de otros tales como los padres y los maestros. En ocasiones, estos estudiantes pueden ver la institución y la participación de los padres como una intrusión en sus vidas personales, de manera que si los educadores y las familias no trabajan juntos de una manera positiva y productiva, es poco probable que tengan éxito los tratamientos. La consejería familia, la educación sobre conductas adictivas, y las estrategias para hacer frente al enojo y la pérdida de la confianza, representan aspectos importantes de un tratamiento exitoso.32

La comunicación continua y abierta entre los estudiantes y el personal docente y entre este y los padres es fundamental para garantizar que se haga frente a problemas exponenciales de salud, si bien todos tienen que reconocer que tratar con la adicción es un proceso continuo. Cuando un estudiante está recibiendo un apoyo intensivo basado en la comunidad, el director debería mantener el contacto con la familia del estudiante y, de ser posible, con profesionales, para ver qué pasos adicionales puede dar el personal de la institución para ayudar al estudiante que está haciendo frente a la adicción conductual. Cuando se espera implementar el plan de tratamiento en la institución, los padres deberían formar una parte integral de la ejecución. Asimismo, deberían proveerse recursos que permitan que los padres brinden apoyo de la manera más útil posible en el hogar.

Identidad propia y apoyo espiritual

Por último, un enfoque efectivo de las adicciones conductuales brindará a los estudiantes la oportunidad de desarrollar mejor su propia identidad y valores espirituales.33 Se debería enseñar a los estudiantes la importancia de la oración y la confianza en la ayuda divina mientras avanzan hacia la recuperación, y debería hacerse todo esfuerzo posible para dirigirlos hacia consejeros o terapeutas de la conducta que estén dispuestos a incluir estos componentes como parte del tratamiento. Navegar a través de ese tumultuoso período del desarrollo es una tarea de grandes y complejos desafíos para cualquier adolescente, de manera que enseñar habilidades de afrontamiento contribuirá a empoderar a todos los adolescentes. “Los tratamientos de éxito no solo tienen que ocuparse de las conductas [adictivas] sino también ayudar a que el adolescente navegue por las tareas normales del desarrollo de formación de la identidad que a menudo son descuidadas mientras se usa [la conducta] como medio de afrontar los problemas de la vida. El tratamiento debería enfocarse en la resolución efectiva de problemas y en las habilidades necesarias para construir la autoestima”.34 Esto, junto con el apoyo de un consejero o terapeuta que esté dispuesto a incluir el sistema de creencias como parte del tratamiento, son componentes significativos de apoyo espiritual.

Las instituciones adventistas deberían ser lugares donde los estudiantes pueden hallar el apoyo y el aliento que necesitan para luchar con conductas problemáticas, lo que incluye las adicciones. En efecto, la investigación indica que debido a su filosofía religiosa, las instituciones educativas adventistas pueden tener una ventaja significativa a la hora de hacer frente a las adicciones conductuales, dado que la devoción religiosa ha mostrado ser un factor protector significativo contra las adicciones de la adolescencia.35 Aunque la innata naturaleza pecaminosa del ser humano no debería ser vista como justificación de las malas conductas, puede ser de gran consuelo reconocer que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Como lo ha señalado un investigador adventista, puede que exista una tendencia en los adventistas de describir a los que sufren con adicciones como “débiles morales” y afirmar que si esas personas tan solo oraran más, no tendrían el problema.36 Los que trabajan en las instituciones educativas adventistas tienen que mostrarse diligentes para proteger a los estudiantes de una internalización del sentido de inutilidad, y usar en su lugaro los desafíos reales que están experimentando como “momentos para aprender” que les ayuden a afrontar mejor las tentaciones y las luchas del pecado, en momentos en que buscan desarrollar un carácter que refleje mejor al Creador.

Conclusión

En último término, cada institución educativa adventista enfrentará situaciones que incluyen adicciones conductuales. Es por ello que los administradores tienen que desarrollar planes y reglamentos que ayuden a que los estudiantes que enfrentan estos tipos de conductas de maneras preventivas y basadas en la investigación, en lugar de las medidas punitivas tradicionales que han implementado por lo general las escuelas. Asimismo, las instituciones deberían desarrollar programas de capacitación para su personal, para que pueda identificar las señales de advertencia de las conductas adictivas e investigar recursos sobre cómo hacer frente a estas situaciones cuando surjan. El personal docente, los administradores, los estudiantes y las familias deberían trabajar juntos para crear un ambiente escolar que promueva la discusión segura de las conductas adictivas con las cuales podrían estar luchando los estudiantes. Por último, y acaso lo que es más importante, debería implementarse un programa que apoye a los estudiantes que están luchando con conductas adictivas de manera que facilite su crecimiento, identidad y desarrollo espiritual personal, y los prepare para “el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero”.37


Este artículo ha sido sometido a una revisión de pares.

Tron Wilder

Tron Wilder, PhD, es profesor asociado de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad Adventista Southern en Collegedale, Tennessee, Estados Unidos. Antes de incorporarse a Southern, trabajó en varios distritos escolares de Tennessee y Georgia como psicólogo escolar, donde su trabajo se enfocó en evaluar a estudiantes con dificultades emocionales, de conducta y de aprendizaje, y de trabajar con docentes y padres para desarrollar planes para ayudar a los estudiantes que experimentan dificultades. El doctor Wilder es un entusiasta por alcanzar y enseñar a estudiantes que tienen diversos estilos de aprendizaje.

Steven Baughman

Steven Baughman, MEd, ha sido rector del Colegio Indiana en Cicero, Indiana, Estados Unidos, desde 2013. Antes enseñó durante diez años inglés e historia en el Colegio Highland en Portland, Tennessee, Estados Unidos.

Citación recomendada:

Tron Wilder and Steven Baughman, “Abordando las conductas adictivas en los adolescentes: Creando una cultura escolar de prevención,” Revista de Educación Adventista 42:1 (Abril–Mayo 2016). Disponible en https://www.journalofadventisteducation.org/es/2017.3.4.

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. Los nombres usados son pseudónimos.
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