• “Solo hace poco admití que soy adicto a hacer compras. Cada vez que paso por una tienda, siento la obligación de entrar, y parece que pierdo por completo el control de mí mismo”
  • “Paso horas en Facebook, en su mayor parte haciendo nada, atrapado en discusiones estúpidas”.
  • “Tengo menos de 20 años y estoy luchando. Estoy obsesionado con el sexo hasta el punto de que está interfiriendo con mi vida diaria. Me siento excitado gran parte del tiempo, pero si no lo estoy, cualquier cosa pequeña de lo más ridícula hace que me excite, como ciertas palabras en una conversación normal”.
  • “Paso muchas horas al día jugando en la computadora y, cuando no estoy jugando, estoy pensando en la siguiente vez que podré jugar”.
  • “Por fin reconocí mi adicción a la comida cuando admití que, durante gran parte de mi vida, pero cada vez más durante los últimos años, he escondido alimentos, planificado el acceso a alimentos escondidos, y he estado comiendo en secreto. Al igual que a mí, a todos los que conozco también les gusta muchísimo la comida, pero no ceden ante la mínima sensación de hambre que se les presenta para salir corriendo hacia el refrigerador”.

Los mensajes de más arriba ofrecen una pequeña muestra de declaraciones reales tomadas al azar de foros de adicciones conductuales en Internet. Aunque es probable que haya diferencias de edad, cultura y sexo entre los que escribieron esto, todos los mensajes comparten un tema común: la renuncia a la elección personal para satisfacer una necesidad. La adicción amenaza la libertad individual y representa una clara barrera para el logro del bienestar. Los docentes, los administradores y el personal educativo tienen que estar informados sobre el tema a fin de prepararse para actuar con el propósito de ayudar a los jóvenes bajo su cuidado.

Una redefinición de las adicciones

Históricamente, la adicción ha estado asociada con el abuso de sustancias. La única excepción oficial que se hizo desde la década de 1980 ha sido la adicción patológica a los juegos de azar.1 El manual actual de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales [DSM-5],2 clasifica la patología como el Trastorno por juego, que combina con los trastornos relacionados con sustancias, pero otorgándole un código distintivo (312.31). Este trastorno ha sido investigado de manera extensiva, y su inclusión en la categoría de “adicción” ha sido ampliamente aceptada por la comunidad psiquiátrica. La única otra adicción de la conducta que está incluida en el manual es el Trastorno de juego por Internet, pero hasta el momento no ha sido codificado o clasificado oficialmente. A pesar de ello, el DSM-V incluye el trastorno en un pequeño capítulo titulado “Afecciones que necesitan más estudio, lo que indica que es probable que el síndrome sea incluido en la sección principal una vez que se hayan recopilado suficientes datos. Definir la adicción, por supuesto, se complica aún más por las diferentes definiciones y tipos de adicción en lugares fuera del contexto euroamericano.

Si una conducta tan problemática como la adicción a los juegos electrónicos solo aparece en la lista de espera del DSM-V, ¿cuánto tendrá que pasar hasta que otras conductas problemáticas emergentes sean plenamente reconocidas? Los tipos de adicciones conductuales se están expandiendo, según se evidencia en una visión general de las adicciones potenciales presentadas por Ascher y Levounis.3 En este número específico de la Revista, hemos escogido adicciones que parecen ser más comunes entre los estudiantes de los niveles primario, secundario y terciario: los juegos electrónicos, la pornografía, Internet, la comida y el ejercicio. Otros también han recibido mucha atención,4 como es el caso de la adicción a los mensajes de texto, la cleptomanía, el sexo, el amor, las compras compulsivas, el bronceado, y el trabajo. Estos no son tratados en el presente artículo.

Definición y alcance de las adicciones conductuales

Se define adicción conductual como las consecuencias problemáticas persistentes y recurrentes que se producen como resultado de la práctica de una conducta adictiva específica. La mayoría de los criterios utilizados por el DSM-V para los trastornos de uso de sustancias también se aplican a estos tipos de conducta: la práctica excesiva, la absorción de tiempo, la compulsión, la disfunción social, las complicaciones de salud/mentales/legales, la interferencia con las actividades normales diarias, y los síntomas de abstinencia.

Aunque la opinión pública no es el criterio para definir las adicciones, la mayoría de las personas percibe de manera diferente las adicciones químicas y conductuales. Por ejemplo, en un estudio llevado a cabo en Canadá con una muestra de cuatro mil participantes, Konkolÿ Thege et al.5 hallaron que la responsabilidad legal y los defectos de carácter fueron las dos características más importantes para diferenciar las adicciones relacionadas con las sustancias de las adicciones conductuales. O sea, se juzgó que el alcohol, el tabaco, la marihuana y la cocaína tenían el potencial de mayores consecuencias legales y daños fisiológicos que las adicciones no químicas, mientras que las conductas problemáticas relacionadas con las apuestas, la comida, las compras, la pornografía, los juegos electrónicos y el trabajo fueron asociadas con los defectos de carácter.

Es importante tener en cuenta que esta percepción puede hacer que los educadores juzguen a los estudiantes con adicciones conductuales con más severidad que los que tienen adicciones químicas, porque el primer grupo es percibido como personas que tienen más deficiencias morales que el segundo. En realidad, ambos tipos de adicciones se producen como resultado de una interacción de procesos psicobiológicos, que en último término son gobernados por las elecciones individuales.

De hecho, ciertos individuos parecen ser más proclives que otros a una falta de control de los impulsos, a pesar del tipo de adicción, bien sea química o no química. Una confirmación de ello nos llega de la investigación llevada a cabo en Italia por Di Nicola y asociados,6 en una muestra clínica de 95 pacientes ambulatorios de entre 18 y 65 años, que halló una tasa significativa de incidencia conjunta entre el trastorno de alcoholismo (también llamado en las publicaciones como simplemente alcoholismo o dependencia alcohólica) y los trastornos conductuales relacionados con el juego patológico, las compras, el sexo, el ejercicio y la adicción a Internet. Este hallazgo indica una tendencia creciente en la comprensión de las adicciones, que parece constituir un solo trastorno subyacente con expresiones múltiples.

La similitud entre las adicciones químicas y conductuales es asombrosa. Ascher y Levounis7 se refieren a cuatro síntomas centrales que son comunes a todas las adicciones, ya sea a sustancias como la cocaína, o a conductas como los juegos electrónicos en línea:

  1. Tolerancia. Los usuarios necesitan dosis cada vez más elevadas o tiempo adicional practicando la conducta para obtener efectos comparables.
  2. Abstinencia. Los usuarios experimentan síntomas de fuerte incomodidad cuando interrumpen la sustancia o la conducta.
  3. Obsesión. Ya sea que la persona se muestre adicta a los mensajes de texto, el cigarrillo u otras conductas, esta brinda un énfasis, una atención y una preocupación excesiva en la planificación y búsqueda de los artículos que necesita y para practicar una determinada conducta. Asimismo, la actividad le consume cantidades excesivas de tiempo.
  4. Consecuencias. La adicción causa disfunciones en al menos un área del funcionamiento humano: la salud, las relaciones, la espiritualidad, el trabajo, el estudio o las finanzas. Al mismo tiempo, ciertas conductas relacionadas, como el robo de dinero para las apuestas, pueden tener consecuencias legales.

Además de estas características comunes generales, en ambas formas de adicción con frecuencia están presentes otras características tales como: (a) la búsqueda de la conducta aun cuando se sabe que resulta dañina; (b) la compulsión o la repetición excesiva de la conducta asociada con una disminución del dominio propio; (c) intentos infructuosos de interrumpir la conducta; (d) gasto excesivo de recursos, especialmente tiempo y dinero; (e) mentira u otras formas de engaño para ocultar la conducta u obtener recursos adicionales; (f) negación del problema a la familia o los amigos cercanos una vez que ellos sospechan o descubren su existencia; y (g) síntomas depresivos tales como una falta de placer en actividades que de otra manera le resultan agradables, escasa motivación, insomnio, sentimientos de inutilidad; incapacidad de concentración, y aun pensamientos suicidas.8

Se han hallado diferencias entre los sexos en la prevalencia de las adicciones conductuales. En un estudio longitudinal de cinco años, un equipo de investigadores de la Universidad de Calgary (Alberta, Canadá), descubrió que la adicción a la comida y a las compras era más de tres veces común en las mujeres que en los hombres. Por su parte, la conducta sexual excesiva (definida como preocupación y participación excesiva en el sexo, incluyendo la pornografía, que ha causado pérdidas financieras significativas o problemas sociales e interpersonales en los últimos doce meses) fue casi cuatro veces más alta en los hombres que en las mujeres.9

Los costos de las adicciones conductuales

Las consecuencias adversas de las adicciones conductuales pueden llegar a ser tan severas como las adicciones a las sustancias. En primer lugar, los jóvenes que son adictos a los juegos en Internet (o la computadora), la pornografía, el ejercicio, los mensajes de texto y cosas similares, experimentan un control menor sobre la conducta. La pérdida de la capacidad de decisión los coloca en un peligro particular, dado que eso puede llevarlos a sentirse impulsados por la conducta adictiva y privados de la voluntad y la motivación necesarias para gobernar sus vidas.

Otra área de riesgo inminente son las relaciones interpersonales. La familia y los amigos percibirán un deterioro en la interacción con el adicto, cuyo aislamiento, mentiras, excusas, cambios de humor y alteraciones de la personalidad interfieren con las interacciones sociales. Los que están en puestos de autoridad (por ejemplo, los padres y los maestros) ejercerán presión en los jóvenes para que produzcan mejores resultados (por ejemplo, que aumenten sus calificaciones, reconstruyan las relaciones quebrantadas con la familia y los compañeros, etc.). Aquellos que carecen de autoridad (por ejemplo, los amigos y compañeros de estudio) es probable que se alejen y abandonen al individuo.

Las adicciones casi siempre tienen implicaciones financieras. Los primeros pasos suelen no tener costo alguno, pero la necesidad de experiencias más avanzadas lleva a pedidos en línea, la adquisición de artículos o suscripciones adicionales, etc. Y aun cuando la adicción no requiera transacciones financieras de importancia, el excesivo consumo de tiempo se traduce en alguna forma de pérdida económica.

Cualquier tipo de adicción de conducta, aun en sus primeras etapas, puede causar problemas a la salud mental. Los jóvenes que participan de ciclos de conductas adictivas tienden a experimentar cambios de humor, culpa, remordimiento, frustración por su incapacidad de cambiar, y al darse cuenta de que sus patrones de comportamiento han cambiado en comparación con el comportamiento inicial. Lo más probable es que aparezcan patrones de sueño alterados, que se deje de lado el aseo personal, y que a esto le siga la falta de ejercicio (a menos que sea una adicción al ejercicio), lo que a menudo causará problemas físicos y emocionales.

Ciertos tipos de adicción, como por ejemplo la ludopatía, las compras compulsivas, la cleptomanía o la pornografía, pueden llegar a tener consecuencias legales de naturaleza civil o penal, sobre todo si la adicción es severa. Con el tiempo, la adicción puede desarrollar un poder tal que lleve a la persona a cometer actos ilegales como por ejemplo robar, mentir o usar la fuerza física para satisfacer sus intensos deseos.

Por último, también se producen pérdidas en términos de la experiencia espiritual de la persona. El tiempo y el esfuerzo que se dedica a la adicción disminuirá la motivación hacia las prácticas espirituales o religiosas, y afectará la relación de la persona con Dios.

Necesitamos recordar que el poder de Dios se encuentra a disposición de todos para vencer el poder de la adicción y para obrar por medio de la influencia de profesionales y otros individuos. En Salmo 124:7 y 8 (NVI)10 se usa una figura del lenguaje que podría aplicarse a las adicciones: “Como las aves, hemos escapado de la trampa del cazador; ¡la trampa se rompió, y nosotros escapamos! Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, creador del cielo y de la tierra”.

¿Por qué es tan difícil librarse de una adicción?

En la antigua sociedad romana, cuando un ciudadano incurría en una gran deuda y era incapaz de amortizarla, la persona se convertía en addictus, alguien esclavizado por su conducta imprudente. Por lo general, la persona era condenada a la esclavitud durante años o de por vida, según fuera el monto de la deuda. Él o los acreedores llevaban al deudor (al addictus) al mercado público, donde se anunciaba su nombre, junto con el monto de la deuda. La práctica brindaba la oportunidad de que sus amigos o familiares ofrecieran los bienes necesarios para liberar al deudor. Si después de sesenta días, nadie cancelaba su deuda, los acreedores adquirían el derecho de vender al addictus como esclavo, o de mantener a la persona para que les preste servicios.

Notemos que el significado original de palabra latina addictio (“adicción”) no está asociada con el alcohol u otras sustancias, sino que se refiere a pedir prestado y gastar sin la capacidad o intención de devolver lo pedido. En la terminología contemporánea, las personas que participan de gastos compulsivos sufren de una adicción conductual. Recién siglos después la adicción fue aplicada a la “afección de ingesta compulsiva de drogas”.11

Las conductas adictivas son tan difíciles de vencer debido a los procesos neurobiológicos que las sostienen. Las áreas de recompensa en el cerebro, como por ejemplo el nucleus accumbens y la amígdala cerebral, están asociadas con la adquisición y la conservación de experiencias gratificantes que parecen verse fortalecidas por (1) el uso de ciertas sustancias o (2) la participación en ciertas conductas (véase el artículo de Austin C. Archer).

Qué hacer con las adicciones conductuales

Este número especial de la Revista incluye artículos dedicados a adicciones específicas y ofrece sugerencias sobre las acciones preventivas y paliativas en cada caso. En términos generales, la prevención de cualquier tipo de adicción debería incluir: programa psicoeducativos que informen a los estudiantes sobre la naturaleza y alcance de las adicciones conductuales; seminarios/talleres para educar al personal y a los padres, de manera de involucrarlos en la prevención y ayudarlos a comunicarse efectivamente con sus niños y adolescentes; una variedad de actividades extracurriculares (en particular las que requieren de esfuerzos físicos); y reglamentos institucionales que apoyen esos programas y garanticen una cantidad razonable de control sobre las conductas de riesgo.

Las conductas altruistas (por ejemplo, servicio comunitario, voluntariado, etc.) también constituyen maneras excelentes de prevenir todo tipo de adicciones y apoyar el proceso de recuperación.

Dadas las similitudes entre las adicciones químicas y conductuales, pueden usarse opciones de tratamiento de las primeras y aplicarse a las segundas. Epstein, Griffin y Botvin12 sugieren un número de estrategias para prevenir el abuso del alcohol y tratar a los adolescentes afectados por él. Entre ellas están el desarrollo de habilidades de tomar decisiones, estrategias para resolver problemas, habilidades sociales, la autoeficacia y el bienestar psicológico. Enfoques similares han mostrado ser efectivos a la hora de tratar también las adicciones conductuales.

Los programas de doce pasos13 han brindado una ayuda destacada a los que luchan con las adicciones, para ayudarlos a abandonar las conductas problemáticas y evitar las recaídas. Esos programas dejan amplio lugar para la intervención divina y, por lo tanto, pueden resultar de especial beneficio para los creyentes. Se ha hallado que la terapia cognitiva-conductual es altamente efectiva para ayudar a que los adictos se conserven sobrios por medio del uso de la instrucción autodirigida, la interrupción de los pensamientos destructivos, el establecimiento de objetivos, los planes de actividades, etc. Estas son a menudo las intervenciones centrales de un psicoterapeuta profesional.

Conclusión

Los cristianos reconocen que el poder divino es un elemento fundamental para vencer cualquier tipo de adicción. Shaffer, el autor del informe Vencer las adicciones, de la Facultad de Medicina de Harvard, ha identificado diez factores relacionados con las adicciones. Uno de ellos es que “el recuperarse de la adicción surge a partir de encontrar significado en la vida”.14 Este lenguaje, si bien no se refiere de manera específica a la espiritualidad, deja en claro que un factor decisivo en la recuperación es ver que la vida tiene un significado último y abrazar la presencia e influencia de un poder sobrenatural (“un Poder que nos trascienda”, por usar las palabras del Programa de doce pasos).15

El apóstol Pablo reveló su propia lucha hacia las elecciones conductuales: “De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Romanos 7:19, NVI). Aunque el apóstol parece estar hablando del pecado, las conductas adictivas parecen seguir un proceso similar.

La solución principal que presenta Pablo es fortalecer las elecciones personales: “Todo me está permitido, pero no todo me beneficia. Todo me está permitido, pero no dejaré que nada me domine” (1 Corintios 6:12, NVI). Una vez más, vemos una aplicación apropiada de este principio central del bien y el mal (refiriéndose aquí a la inmoralidad sexual) a las conductas adictivas en general.

Los docentes y los administradores pueden llegar a ser agentes activos para prevenir ese difícil problema. Ellos necesitan entender que, para ser exitosos, es imprescindible la búsqueda de ayuda profesional a tiempo, antes que la adicción se haya arraigado. Los adultos que están en el ambiente escolar deberían ayudar a orientar a los jóvenes para una mejor clase de servicios. Asimismo, tienen que aprovechar las múltiples oportunidades que se presentan durante el día de clase, a fin de relacionarse con los jóvenes y comunicar mensajes de confianza, afecto, esperanza y aceptación que contribuyan a la prevención y recuperación de los que se ven atraídos por las adicciones.

Sigue siendo claro que la adicción, ya sea química o conductual, es la perpetuación de un continuo y obsesivo deseo de participar de actividades específicas que son desfavorables y perjudiciales para un desarrollo integral. Es aquí donde el “Poder que nos trasciende” se torna especialmente necesario y eficaz.

Recordemos que Cristo, por medio de las muchas herramientas que ha desarrollado la terapia psicológica y conductual y mediante su intervención directa en la mente del individuo, puede brindar la clase de agua viva que apaga la sed y quita el intenso deseo de las conductas y sustancias adictivas. Como se lo explicó a la mujer junto al pozo: “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed –respondió Jesús–, pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás” (Juan 4:13, 14, NVI).


Este artículo ha sido sometido a la revisión de pares.

Julián Melgosa

Julián Melgosa, PhD, es Director Asociado de Educación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, con oficinas centrales en Silver Spring, Maryland, EE. UU. Se desempeña como el intermediario para la educación superior y como asesor para las divisiones Norteamericana, Sudamericana y Transeuropea. El Dr. Melgosa también se desempeña como Editor Asociado de La Revista de Educación Adventista (ediciones internacionales).

Citación recomendada:

Julián Melgosa, “Comprendiendo las conductas adictivas,” Revista de Educación Adventista 42:1 (Abril–Mayo 2016). Disponible en https://www.journalofadventisteducation.org/es/2017.3.2.

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. Nady el-Guebaly et al., “Compulsive Features in Behavioural Addictions: the Case of Pathological Gambling”, Addiction 107:10 (Octubre 2012):1726-1734. doi: 10.1111/j.1360-0443.2011.03546.x.
  2. American Psychiatric Association, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5, 5ta. ed. (Madrid: Editorial Médica Panamericana, 2014).
  3. Michael S. Ascher y Petros Levounis, The Behavioral Addictions (Washington, D.C.: American Psychiatric Publishing, 2015).
  4. Ibíd.
  5. Barna Konkolÿ Thege et al., “Social Judgments of Behavioral Versus Substance-related Addictions: A Population-based Study”, Addictive Behaviors 42 (Marzo 2015):24-31. doi: 10.1016/j.addbeh.2014.10.025.
  6. Marco Di Nicola et al., “Co-occurrence of Alcohol Use Disorder and Behavioral Addictions: Relevance of Impulsivity and Craving”, Drug and Alcohol Dependence 148 (Marzo 2015):118-125. doi: 10.1016/j.drugalcdep.2014.12.028.
  7. Ascher y Levounis, The Behavioral Addictions, op. cit.
  8. Ibíd.
  9. Barna Konkolÿ Thege et al., “Natural Course of Behavioral Addictions: A Five-Year Longitudinal Study”, BMC Psychiatry 15:1 (Enero 2015):58-79. doi: 10.1186/s12888-015-0383-3.
  10. Salmos 124:7, 8 (NVI). Las citas bíblicas que dicen “NVI” pertenecen a La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® Copyright © 1986, 1999, 2015 Editorial Biblica, Inc. Usada con autorización. Todos los derechos reservados.
  11. Charles P. O’Brien, Nora Volkow, y T-K Li, “What’s in a Word? Addiction Versus Dependence in DSM-V”, The American Journal of Psychiatry 163:5 (Mayo 2006):764, 765. doi: 10.1176/ appi.ajp. 163.5.764.
  12. Jennifer A. Epstein, Kenneth W. Griffin y Gilbert J. Botvin, “Positive Impact of Competence Skills and Psychological Wellness in Protecting Inner-city Adolescents From Alcohol Use”, Prevention Science 3:2 (Julio 2002):95-104.
  13. Los Ministerios Adventistas de Recuperación de la División Norteamericana de la Iglesia Adventista brindan información sobre cómo ponerse en contacto con un programa de recuperación o centro de tratamiento: http://www.adventistrecovery.org/article/33/resources/addictionresources.
  14. Howard J. Shaffer, Overcoming Addiction: Paths toward Recovery (Harvard Medical School Special Health Report) (Cambridge, Mass.: Harvard Medical School, 2011): http://www.health.harvard.edu/addiction/overcoming-addiction-paths-toward-recovery. Sitio visitado el 22 de enero de 2016.
  15. Ibíd.