Este asunto es muy serio. Estudiantes cristianos provenientes de familias de principios, matriculados en instituciones adventistas y que asisten periódicamente a la iglesia, corren el riesgo de adicción. Ya no solo están en peligro de la adicción a sustancias, sino a cosas aceptables y accesibles tales como la comida, Internet o juegos electrónicos. Los que trabajamos con jóvenes en ámbitos educacionales a menudo nos hemos encontrado con jóvenes que luchan contra adicciones conductuales. Si se les brinda un ambiente libre de críticas, expresan su frustración con lágrimas y palabras entrecortadas. Hablan de su incapacidad de abandonar o reducir la conducta; sienten lástima de sí mismos y temen el futuro. Como educador, mi corazón se quebranta al ver que quieren liberarse de esa trampa, tener buenas calificaciones, agradar a padres y maestros, y alcanzar el éxito académico y profesional. Sus objetivos se ven bloqueados por una barrera conductual aparentemente insuperable.

Las adicciones conductuales, definidas como consecuencias problemáticas persistentes y recurrentes que se producen por la práctica de una conducta adictiva en particular,1 son un tema difícil y sensible con numerosas ramificaciones. Los docentes, los directores y demás personal educativo a menudo encuentran el problema sin aviso previo y, en consecuencia, sienten que no están preparados para interactuar de manera positiva con los niños y los adultos que están luchando con la adicción. Algunos descartan el problema, o aun lo ignoran, esperando que sea un desliz del desarrollo que desaparecerá con el tiempo. Algunos se apresuran a enviar mensajes de desaprobación y sorpresa, y dicen, por ejemplo: “¿Puede alguien echarse brasas en el pecho sin quemarse la ropa?” (Prov. 6:27, NVI),2 o preguntan: “¿Cómo pudiste meterse en semejante problema?” La verdad es, sin embargo, que la gente no sabe por qué se metió en ello. En lugar de recibir críticas, necesitan saber con urgencia cómo salir de él.

¿Cómo? En lugar de mirar al pasado o buscar las razones, los jóvenes afectados necesitan oportunidades de hablar con alguien que los escuche y esté dispuesto y listo para ofrecerles ayuda. Necesitan nuestras oraciones, y necesitan que oremos con ellos: una oración continua, como parte de la rutina diaria. También necesitan una visión de esperanza. Los docentes, los directores, los padres y los amigos pueden recordarles, con plena convicción, que Dios los comprende y les promete un futuro brillante, aun cuando ahora les resulte doloroso: “Pero el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Ped. 5:10). Necesitan tener la seguridad de que pueden depender del Padre celestial: “Invócame en el día de la angustia; te libraré y tú me honrarás” (Sal. 50:15). Promesas como esta animarán a los jóvenes en su lucha contra las adicciones conductuales, en especial a los que aceptan las Escrituras.

También necesitan una clara demostración de amor y apoyo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo” (1 Juan 4:18). Los padres, los docentes, el personal educativo y los amigos pueden sentir temor y, por supuesto, el individuo atrapado en la adicción también siente miedo. Pero por la gracia de Dios, tenemos que recordar que el amor echa fuera el temor. Los adictos necesitan amor, y necesitan apoyo.

¿Son suficiente la oración, una visión de esperanza y mucho amor y apoyo? En muchos casos sí, pero muchos otros requieren intervención adicional. Como lo muestra este número especial, las adicciones conductuales son lo suficientemente complejas como para requerir ayuda profesional. Y es por ello que los docentes y rectores, padres y amigos a menudo necesitan insistir que los jóvenes afectados se traten con un especialista en salud mental que tenga conocimiento específico y experiencia, de manera de tratar con éxito al individuo.

Este número especial de la Revista está dedicado al importante tema de las adicciones conductuales, en ocasiones denominadas adicciones sin droga o adicciones psicológicas. Nuestra iglesia ha preparado a los jóvenes a lo largo de su historia para que eviten la adicción al alcohol, la nicotina y otras drogas y, en términos generales, ha tenido un buen desempeño.3 Las adicciones conductuales, sin embargo, han tomado por sorpresa a los educadores y han llegado a ser un elemento de alto riesgo con incidencias considerables en escuelas, colegios y universidades adventistas.4 Los autores presentan una descripción general de las adicciones conductuales más comunes, sus efectos sobre la conducta, y la subsiguiente dificultad de quebrantar hábitos que producen obsesión, compulsión y síntomas de abstinencia cuando se los interrumpe.

Los artículos presentados en este número analizan el tema desde una variedad de perspectivas. Mi artículo ofrece una descripción y el marco de comprensión de las adicciones conductuales. Austin C. Archer explica las implicaciones neurobiológicas y espirituales, y Tron Wilder y Steven Baughman proponen estrategias institucionales para hacer frente al problema. Y para cada forma más común de adicción conductual hallada en ámbitos educacionales cristianos, diversos autores explican de qué manera surgen y cómo hacerles frente: la comida (Leslie R. Martin y Shelley S. McCoy), los juegos en Internet (Linda L. Ivy), el uso de Internet (Mary E. Varghese y Carlos Fayard), la pornografía (Brad Hinman), y el ejercicio (Tammy Bovee y Amanda Gunn).

Es nuestra intención que este número sirva como instrumento para ayudar a que el personal educativo esté más informado sobre el tema de adicciones conductuales y provea una buena introducción a cada tipo de adicción. Además, ofrece sugerencias sobre cómo brindar apoyo, atención, y cómo tomar medidas cuando un estudiante lo necesite. Por sobre todas las cosas, este número recomienda que nos preparemos para referir a estos estudiantes al profesional mejor calificado que esté disponible. Con la orientación divina y la capacitación adecuada, el personal de educación puede recibir una clara comprensión de este creciente problema, obtener inspiración sobre cómo ayudar a los que luchan contra las adicciones y la capacidad de actuar en beneficio de los que necesiten ayuda.

Julián Melgosa

Julián Melgosa, PhD, es Director Asociado de Educación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, con oficinas centrales en Silver Spring, Maryland, EE. UU. Se desempeña como el intermediario para la educación superior y como asesor para las divisiones Norteamericana, Sudamericana y Transeuropea. El Dr. Melgosa también se desempeña como Editor Asociado de La Revista de Educación Adventista (ediciones internacionales).

Citación recomendada:

Julián Melgosa, “Conductas adictivas: una tendencia en aumento,” Revista de Educación Adventista 42:1 (Abril–Mayo 2016). Disponible en https://www.journalofadventisteducation.org/es/2017.3.1.

NOTAS Y REFERENCIAS

  1. American Psychiatric Association, The Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, quinta ed. (Washington, D.C.: American Psychiatric Association, 2013).
  2. Las citas bíblicas que dicen “NVI” pertenecen a La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® Copyright © 1986, 1999, 2015 editorial Bíblica, Inc. Usada con autorización. Todos los derechos reservados.
  3. Ministerios Adventistas de Recuperación, División Norteamericana de la Iglesia Adventista: http://www.adventistrecovery.org/article/33/resources/addiction-resources; Ministerios de Salud: http://healthministries.com/search/node/addiction; Número especial sobre el abuso de sustancias, Revista de Educación Adventista 76:2 (Diciembre 2013/Enero 2014).
  4. Esta declaración se basa en diálogos con profesionales de salud mental y educación, y en el hecho que los estudiantes matriculados en las instituciones educativas adventistas también representan a la población en general, en la que se está produciendo un incremento de adicciones conductuales en varios países. Para información adicional, véase Steve Sussman, Lisha Nadra y Mark Griffiths, “Prevalence of the Addictions: A Problem of the Majority or the Minority”, Evaluation and the Health Professions 34:1 (Marzo 2011):3-56; Daria Kuss, Mark D. Griffiths y Jens F. Binder, “Internet Addiction in Students: Prevalence and Risk Factors”, Computers in Human Behavior 29:3 (Mayo 2013):959-966. Behavioral Addictions: Criteria, Evidence, and Treatment, primera ed. (Cambridge: Academic Press, 2014), Kenneth Paul Rosenberg y Laura Curtiss Feder (editores), es una compilación editada de estudios sobre la incidencia de las adicciones conductuales en varios países. Véase también Alexandre B. Laudet et al., “Characteristics of Students Participating in Collegiate Recovery Programs: A National Survey”, Journal of Substance Abuse Treatment 51 (Abril 2015):38-46; y Samuel R. Chamberlain et al., “Behavioral Addiction—A Rising Tide?” European Neuropsychopharmacology (Agosto 2015): doi: 10.1016/j.euroneuro.2015.08.013.